jueves, 25 de febrero de 2016

La dama en el ajedrez

                                                            La dama en el ajedrez

La reina del ajedrez no existía. Su casilla la ocupaba el llamado alferza. Así se recogía en un códice del siglo XIII de Alfonso X el Sabio, por ejemplo. Era una pieza un poco torpona, usada para defenderse de las peligrosas torres. Sólo recorría un cuadrado en diagonal. Nada que ver con la versatilidad, el dinamismo y el largo recorrido de la reina del tablero. Una reina que nació en tierras valencianas, según pone de relieve la investigación realizada por José Antonio Garzón que ha plasmado en el libro En pos del incunable perdido y Francesc Vicent: Llibre dels jochs partitis dels schachs, Valencia, 1495.
Pero lo difícil no era crear una nueva pieza. Había habido intentos previos. Lo difícil era conseguir la aceptación mayoritaria al ser una pieza que no estaba en el tablero cuando los árabes introdujeron el ajedrez en la península a partir del siglo VIII.

El ajedrez era una práctica habitual entre los caballeros y su pujanza en una sociedad coincide con los periodos más fértiles y poderosos de la misma. El propio Felipe II llegó a despreocuparse de sus problemas coloniales para centrarse en comprobar si Rui López revalidaba el título oficioso de campeón del mundo.



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